CARTA A UN AMIGO


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Carta a un amigo

Le he aumentado el tamaño de las letras al celular y a la laptop porque ya no veo nada. Para esta semana me entregan los lentes.
Te cuento que fue también toda una aventura encontrar unos lentes que sean de mi agrado. Jamás pensé recorrer como 20 ópticas entre Surco, Barranco y Miraflores, para encontrar las monturas perfectas para mí, en Barranco casi elijo unas porque estaban en oferta.
Al principio solo pensé que lo importante eran las lunas, pero cuando me ofrecieron unas monturas que me hacían ver con cara gorda, opté que mejor era buscar minuciosamente.
En la Av. Larco las encontré. Unas monturas grandes modelo de aviador, la chica que atendía me había ofrecido unas monturas que tenían una forma de ojos de gato, "estas están súper de moda", me dijo. Yo le comenté sobre mi miedo a los gatos y animales en general, "Quizá sea un buen momento para dejarles de tener miedo". Bueno, y no le hice caso, terminé comprando las de aviador.
Igual esto de tener las letras más grandes del celular y la laptop no me incomoda, solo quería comentarlo para que rías un momento, ya que siempre halagabas mi "vista prodigiosa". Recuerdo aquella vez en la que caminábamos por la Av. Arequipa y a un joven le robaron su mochila, yo fui la única que pude ver la placa del carro en donde escapaban los ladrones, a pesar de que el carro estaba ya casi a tres cuadras.
Ahora de lejos, no veo nada. Nada, ni las caras.
Y pienso lo triste que es para un escritor no ver de lejos, se pierde un montón de cosas, detalles, situaciones. Veremos si con los lentes estilo aviador esto se soluciona, y seré una "escritora, aviadora". Te escribo otro día, la vista se me ha cansado.

Lu.

2

Carta a un amigo.
Estos días no han sido buenos para mí. Tengo aún la sensación que me dejó la espinita que se atoró en mi garganta hace unos días. No dejo de pensar en esa espina que demoró en pasar y en la herida que dejó, que arde cuando paso saliva, no dejo de pensar en los puntos en el brazo de hace menos de un mes, en las inyecciones de estos días por las amigdalas inflamadas. Cosas que jamás pensé que me pasarían, que me hacen pensar: tengo que escribir sobre esto.
Para escribir uno también debe escarbar dentro de sí mismo, escarbar hasta despegar la costrita, escarbar hasta que lleguemos al huesito y duela. La escritura también debe incomodarte, como esta heridita de mi garganta que jode y jode.
Pero esto de escribir también tiene mucho que ver con vivir la vida de otros, o escribir sobre lo que nos hubiera gustado vivir.
Quisiera también escarbar en ti, en tus recuerdos. Quisiera saber sobre tu primera caída, que te hace llorar profundamente, cuando aprendiste sobre el amor. Quiero saber que te da asco, que te gusta hacer cuando estás solo. Quiero conocerte tanto como a un personaje complicado de alguna historia complicada. Quiero saber si deseas que alguien vuelva a tu vida, quiero saber que odias o a quien odias. Quiero saber si alguna vez se te atoró una espina de pescado en la garganta y pensaste que ese dolor no se iría nunca.
Ahora mismo un gusanito blanco y gordo está caminando por esta hoja en donde escribo esta carta, la arranqué de un cuaderno viejo. Dime, ¿qué harías tú? ¿Con cuál de tus dedos lo aplastarías?, o solo lo mirarías como yo hago ahora. Dime si tendrías miedo si ese gusano se meta en algunas de tus uñas e infecta todo tu cuerpo. Dime si lo dejarías vivir. Dímelo todo.
Eso es escribir también y quiero que lo entiendas, para que me entiendas. Es sumergirse y sangrar. Es llorar sin lágrimas (para adentro como cuando duele más porque no puedes gritar) y también es llorar por otros y también es llorar por quienes no existieron, por tus personajes inventados. Y claro que también hay cosas felices, pero aquí te hablo del dolor.
Y ahora me imagino a miles de gusanitos más pequeñitos, ingresando por los poros de mi piel y reproduciéndose en mi interior, pegándose a cada hueso y luego seré una mujer gusano y saldré en las noticias y tú saldrás llorando porque me amabas, pero ahora ya no podrás amar a esta mujer gusano, a esta asquerosa mujer gusano.
Mañana te hablo sobre lo contrario a esto, sobre como libero el dolor a través de lo que escribo. Y también de como me va con este dolor tan jodido que tengo en la garganta.
Un abrazo,

Lu.

3

Carta a un amigo
Estaba escribiendo una historia que se situaba en la Av. Wilson y me acordé de ti, en el tiempo que ambos caminábamos por esos lugares.
Estoy averiguando sobre edificios de la avenida y encontré alguna información de la Casa Matusita, pude leer más la historia de Humberto Vilchez Vera, que era un conductor de televisión, que en la época de los sesentas, o era los setentas (después te confirmo el dato) hizo una apuesta de pasar una semana en la Casa Matusita. No lo logró y salió corriendo a las dos horas, gritando, insultando y botando espuma por la boca. Alucinante.
Me pregunto si las personas que trabajan en el primer piso sentirán algo, presencias extrañas, o verán al mismo "chamuco".
¡Qué miedo!
Mi hermano también me contó de un periodista que se internó en el Larco Herrera fingiendo ser loco. No recuerdo en que acababa la historia, pero también me pareció alucinante.
Hay mucho de investigación en esos dos casos, y es justo lo que yo hago ahora.
Ahorita se me vino a la mente una cosa en la que vengo pensando estos días, aunque por ratos la olvido completamente y en algún momento también la investigaré. Se trata sobre algo, te explico, ponte que yo me ponga a pensar en un lugar, ponte, el salón de cómputo del IDC, lo pongo de ejemplo, ya que ambos conocemos ese lugar. Fíjate, ahora mismo dejo volar mi imaginación y estoy sentada frente a una computadora, toco el teclado, hago "control C", "control V", agarro el mouse, hago "click". Puedo hasta sentir con mis manos la computadora. Mi pregunta es, o el asunto va, ¿el poder de la mente será tan fuerte que de verdad estaré ahí en este momento que pienso en eso?, ¿alguien que esté sentado en el salón me sentirá?, ¿pensará que penan? ¿se imaginará que soy yo?
Eso me resulta alucinante también.
Lo acabo de leer y lo del conductor de tv que se metió a la Casa Matusita sucedió en los sesentas. A finales de la década. Lo del periodista que entró al Larco Herrera, se trataba de Chema Salcedo, quien en un inicio no pudo ingresar al nosocomio, hay información de que escribió un reportaje sobre eso, pero no logro hallarlo en internet, me parece que está en un libro.
Como te iba diciendo, me acordé de esos tiempos. De algunas veces en las que te veía en Real Plaza y conversábamos tomando juguito. La mayoría de veces te veía luego de que me pasaba algo terriblemente mal. Tú me has visto super mal varias veces. Super fregada, del alma, de la mente.
Hace poco estuve fregada y me hubiera gustado contarte.
A veces me siento mal, es cuando hasta decido dejar de escribir, dejar de investigar cosas, esos momentos en que te preguntas si las cosas valdrán la pena. No sé como acabará este asunto, pero necesitaba sentarme a tomar un jugo contigo en Real Plaza, contarte que ando haciendo, que leo, que investigo. Al menos en mi imaginación y con el poder de mi mente.
Un abrazo.
Lu.

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